Fueron bellos los tiempos en los que una canción duraba más que un trend

ENTREVISTA Y OPINION

Laura Castillo Vargas

@laucastillov

Fueron bellos los tiempos en los que una canción duraba más que un trend

La industria musical está cambiando ¡y a la velocidad de la luz! No solo en la forma como se produce, sino sobre todo en cómo la consumimos. Hace no tanto tiempo, era común ir a una tienda de discos y comprar el álbum de tu artista favorito, o quedarte esperando a que pusieran esa canción que te encantaba en la radio. Había algo de ritual en ese proceso. Hoy, en la era del streaming, ese consumo se ha transformado radicalmente: ahora tenemos acceso ilimitado a música desde cualquier dispositivo, en cualquier momento y lugar. Y más allá de lo evidente, eso ha traído cosas maravillosas: una visibilidad sin precedentes para artistas independientes, sonidos alternativos y nuevas voces que antes lo habrían tenido mucho más difícil para ser escuchadas. En ese sentido, sí, estamos ante una industria más democrática y, en muchos sentidos, más saludable.

Sin embargo —y aquí viene el pero—, esta misma accesibilidad también ha traído una cara B: la hiperproducción y la alta demanda constante de estrenos. ¿Qué quiere decir esto? Que la inmediatez a la que estamos acostumbrados ha terminado obligando a muchos artistas a convertirse casi que en máquinas de lanzar canciones, si quieren mantenerse en la conversación mediática y en el top of mind del consumidor. Vivimos en la época del “single eterno”, donde cada viernes es un nuevo comienzo.

La audiencia, por su parte, también ha mutado. Hoy cambia de canción favorita y de artista favorito fácilmente. Es como si hubiera una necesidad constante de descubrir “al próximo gran nombre”, pero esa cima, cuando se alcanza, suele durar poco. Beéle, por ejemplo —a quien conozco muchísimo antes de su boom actual—, me parece un artista increíble. Su talento no es de ahora, pero fue la conversación en redes, el empuje orgánico y ese momento en el que “algo hace clic” lo que lo llevó este año a un pico impresionante. A tal punto que hoy tiene cinco fechas seguidas sold out en el Movistar Arena de Bogotá, y sus canciones se escuchan más de 5.000 veces por hora, solo en Colombia, en Spotify.

Este año lanzó un álbum excelente, llamado ‘BORONDO’, con 26 tracks. ¡Veintiséis canciones! Una cantidad impresionante. Pero muchas de ellas probablemente pasaron desapercibidas, eclipsadas por las que se viralizaron en TikTok. No está mal… Así funcionan las cosas hoy, pero pienso en cuántas obras maestras deben estar quedándose en un cajón, simplemente porque el ciclo de atención es tan breve que no les da tiempo de respirar. A veces da la sensación de que solo tienen valor aquellas canciones que logran convertirse en trend.

Claro, hay excepciones. Artistas que logran que su álbum completo se escuche, se comente y se viva como un todo. Este año lo vimos con Bad Bunny y ‘DeBí TiRAR MáS FOToS’, o con Karol G y ‘Tropicoqueta’, que lograron que sus lanzamientos fueran más que una suma de sencillos. Pero esos casos no son la norma. La mayoría de artistas tienen que apostarle a un hit y rezar para que se haga viral.

Y los mismos artistas lo saben. Algunos de la vieja escuela lo han dicho sin filtro. Este año, por ejemplo, Nicky Jam contó en una entrevista con Molusco que, hace una década, él sacaba un solo gran single al año. “Travesuras” en 2014, “El Perdón” en 2015, “El Amante” en 2017… y así, palo tras palo. “Una canción mía como ‘El Perdón’ duró un año completo casi número uno en los Billboard. 30 semanas #1. Eso no existe hoy en día”, dijo el puertorriqueño. Y es cierto.

Otro caso emblemático: “Despacito”, ese fenómeno global de Luis Fonsi y Daddy Yankee. En el panorama actual, probablemente Fonsi habría tenido que lanzar otra canción al mes siguiente para mantenerse relevante. Pero en ese entonces, “Despacito” salió en 2017 y su siguiente gran colaboración fue “Échame la culpa” con Demi Lovato… ¡un año después! Ese ritmo hoy parece impensable.

Y no es solo presión de la industria. Es también la audiencia —nosotros— quienes, muchas veces sin quererlo, exigimos que haya contenido nuevo todo el tiempo. Como si esperáramos que los artistas se reinventen semanalmente, que cambien el menú cada viernes como si fuera un restaurante con carta rotativa. Pero la creatividad no funciona así. No es infinita, ni instantánea. Y mucho menos cuando se trabaja bajo presión.

Es cierto: estamos escuchando más música que nunca. Y eso es motivo de celebración. Según datos de Spotify, el consumo de música colombiana se ha multiplicado por cinco en los últimos seis años. Además, más del 60% de las canciones del Top 50 diario en Colombia son locales. ¡Eso es increíble! Habla de una escena vibrante, que se escucha y se celebra a sí misma. Pero me pregunto: ¿estamos realmente disfrutando de cada canción? ¿Estamos valorando el esfuerzo que hay detrás de cada track, cada letra, cada acorde? ¿O estamos corriendo tanto como la industria nos marca?

Yo hablo desde lo personal. Cada viernes trato de buscar los estrenos de la semana, escuchar lo nuevo de mis artistas favoritos, descubrir algo diferente. Y aunque lo disfruto, también sé que no todo el mundo lo hace. Y está bien. Pero si esa canción que se lanzó este viernes no se populariza rápido, probablemente será invisibilizada por la ola siguiente. Así es semana tras semana.

Siento que muchos álbumes que podrían haber sido clásicos modernos se han perdido en medio de ese afán. Algunos ejemplos (y seguro se me quedan muchos por fuera): ‘CALIDOSA’ de Mike Bahía, ‘CUARTO AZUL’ de Aitana, ‘Babylon Club’ de Danny Ocean. Todos con una propuesta honesta, bien pensada, bien ejecutada… pero tal vez sin el “momento viral” que hoy parece ser el pasaporte a la trascendencia.

Por eso, mi invitación es sencilla: sigamos disfrutando de la música. Démosle play sin prisa. No pensemos solo en si lo siguiente será mejor o cuándo saldrá el próximo hit. Detrás de cada canción hay sentimientos, historias, creatividad, equipos enteros trabajando con amor. Y solo por eso, cada canción ya merece ser escuchada con atención y con respeto.

La música no es solo producto, también es experiencia. Y en esta era donde todo pasa tan rápido, quizá lo más valioso sea eso: detenerse un momento y simplemente... escuchar.

Pubicado el 13.08.2025

Sugerencias